Idolatrado en Cataluña y admirado en el mundo, Pep comienza a mostrar una faceta que no se le conocía y sufre cuestionamientos por sus decisiones.
Tal vez la crítica más fuerte que ha recibido el entrenador catalán de fútbol, Josep Pep Guardiola, se refiere a la presión que hizo para que su nuevo club, el Bayern de Múnich, contrate a su compatriota Thiago Alcántara.
Lo que se objeta de este fichaje es que el representante del jugador es Pere Guardiola, hermano del técnico.
Se sabe, los representantes suelen llevarse la parte del león en este tipo de operaciones y ésta, en concreto, demandó un desembolso de 21 millones de euros.
Según algunos medios europeos, la transacción ha sido calificada de "descarada inmoralidad financiera".
Tampoco se perdona al técnico lo que algún rotativo alemán ha calificado de "público ajuste de cuentas" con el FC Barcelona, después de haber roto relaciones con su excolaborador Tito Vilanova, actualmente afectado por una recaída de cáncer.
Pero no son sólo esos detalles ciertamente extrafutbolísticos los que causan los cuestionamientos a Guardiola, pues sus dirigidos no esconden su malestar.
"Nunca he tenido un técnico que cambiara tantas cosas" (Claudio Pizarro). "No sé bien bien qué tiene previsto para mí" (Bastian Schweinsteiger). "Me pareció que todo el mundo ocupaba un posición diferente a la habitual" (Thomas Müller).
El volante ofensivo formuló esa aseveración después de perder la Supercopa alemana ante el Borussia.
Hay quienes creen que esos cambios buscan hacer un lugar a Alcántara entre los 11, aunque todo se arruine.
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